Por Natalia Mazotte/IB
Según Caio Túlio Costa, doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de São Paulo y profesor de ética en la Universidad Cásper Líbero, el periodismo tiene una “moral provisional”, que se adapta en cada momento y según cada necesidad de la industria de la comunicación. El espionaje telefónico y los sobornos son ejemplos extremos de esa moral.
Costa trabajó durante 21 años en el Grupo Folha, fue fundador y director general del portal UOL y fue el primer ombudsman o defensor del lector en la prensa brasileña. En una entrevista con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas, habló del escándalo de News Corp. y planteó que no ve grandes cambios en la forma de hacer periodismo de los medios digitales.
¿De qué se trata esta “moral provisional” del periodismo de la que habla usted en su último libro?
La idea de ese concepto es mostrar al consumidor de información periodística que, dependiendo de la situación, dependiendo del hecho, hay formas diferentes de abordar, analizar, divulgar y evaluar las noticias. Esas variaciones reflejan, desde el punto de vista ético, procesos más o menos correctos en función de los intereses de la publicación. El periodista puede justificar en el interés público, por ejemplo, disfrazarse y mentir para obtener una información. Él no puede considerar correcto el mentir en el día a día, pero cree que en ese momento en particular sí es correcto, para obtener un dato determinado. Eso es lo que llamo moral provisional.
¿Entonces todo es justificable en pro del interés público?
No, de ninguna manera. Pero yo no me coloco como un dictador o un juez que determina el límite entre qué es justifcable y qué no lo es. Creo que ése no es mi papel. Este concepto no pretende decir cómo se debe hacer el periodismo, sino mostrar sus prácticas.
¿Cuál es su opinión sobre los escándalos que involucran a News Corp.?
Ése es un ejemplo evidente del uso de esa moral provisional en un nivel aún más dramático, pues por lo que se ha visto, todos los límites fueron sobrepasados. No estamos hablando de apenas personas públicas, sino de ciudadanos cuyos teléfonos fueron intervenidos, de un trabajo periodístico obstaculizando el trabajo policial y llevando a una angustia brutal a familias de víctimas de atentados como el del 11 de septiembre.
¿Teme usted a intentos por contar con un mayor control legal y judicial de las actividades de la prensa ante estos acontecimentos?
Sí, gracias a la enorme irresponsabilidad del clan de los Murdoch. Lo que me consuela es que sin las libertades de expresión y de prensa, el diario británico The Guardian no habría conseguido reconstruir esta historia y darla a conocer. En dos semanas, las acciones de News Corp. bajaron, se cerró un diario, se abrió una investigación parlamentaria, se hicieron arrestos, un periodista murió, la policía investiga quiénes son los responsables y el mundo entero sigue el caso, libremente. Debemos trabajar para que la libertad de prensa perdure.
¿Es posible establecer límites éticos claros sin cercenar la actividad periodística?
Sí, sin duda alguna. Uno de los periodismos más precisos que existen es el practicado por la BBC, por ejemplo. Ahí no se usan cámaras escondidas ni se da rienda suelta a grabaciones ilegales.
¿Qué cambia en esta moral provisional con los medios digitales?
Cuando yo hablo de moral provisional, estoy pensado en aquel profesional que está capacitado para practicar el periodismo. Incluso él tiene una defensa para los desvíos éticos en función de lo que entiende que es una moralidad pública del periodismo. Cuando usted entra en los medios digitales, la moralidad del técnico se mezcla con la moral practicada por el ciudadano. Entonces hay una cierta “vulgarización” de la moral provisional. Para el buen periodismo, todo lo que se aplicaba antes continúa [en los medios digitales]; no hay grandes cambios.
Varios medios han lanzado guías con directrices para el uso de redes sociales por parte de periodistas y algunos incluso llegan a prohibir la expresión de opiniones en estos espacios. ¿Qué opina usted de estas prácticas?
Ése es un fenómeno nuevo por intentar controlar a los empleados desde el punto de vista de sus opiniones. Tenemos que asegurarnos de que la gente pueda expresarse. Sin embargo, el periodista, como cualquier otro empleado, tiene que seguir los códigos de conducta que dejen en claro los límites empresariales. No se puede ser tan ingenuo como para pensar que el periodista no tiene que adaptarse a los límites de la empresa. Ahora bien, estos límites también deben guiarse por principios éticos [y] no por querer restringir la palabra.
La ética periodística, ¿cambió a partir de las filtraciones de datos hechas por WikiLeaks?
Las filtraciones de información siempre alimentaron al periodismo e Internet sólo aumentó eso, como pudimos ver con WikiLeaks. Lo que cambió es que ahora tenemos nuevos competidores en los nuevos medios digitales. Ya no somos los dueños de la información ni los únicos que manejan las filtraciones. El tema principal no es la ética, sino la competencia. Nosotros, los periodistas, no vivimos con nada muy diferente de aquello a lo que ya estábamos acostumbrados.